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The hangover. Sobre el Post-cuarentena.


“Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir, si no aquellos que no sepan aprender, desaprender y reaprender” — Alvin Toffler


Es indudable que luego de una gran contienda viene una gran resaca, a esta etapa la voy a llamar el post-traumatico luego de la cuarentena.


Para que deberíamos de estar listos?.


Estamos ante una situación de incertidumbre radical. Es como estar caminando entre la niebla.


Algo de lo que no se habla demasiado es de las consecuencias psicológicas del coronavirus. Factores como el aislamiento social, el confinamiento en casa y el peso de la incertidumbre pueden afectar sin duda a nuestra salud mental.

Asimismo, hay otra variable decisiva que no estamos teniendo en cuenta. Son miles las personas con depresiones o trastornos de ansiedad que ven en esta situación un elemento que puede agravar aún más su estado.


Por tanto, es recomendable que conozcamos el impacto psicológicos que este tipo de contexto puede tener.

La revista científica The Lancet publicó hace solo un día un estudio sobre las consecuencias psicológicas del coronavirus. Para realizar este trabajo se han tenido en cuenta otras situaciones similares (no con el mismo impacto, evidentemente). Una de ellas fue, por ejemplo, la cuarentena que se llevó a cabo en varias ciudades de Canadá como efecto del brote del SARS en el 2003.

La población realizó un confinamiento de 10 días y los psicólogos aprovecharon también para analizar el efecto de este tipo de situaciones. A partir de estos datos y de las observaciones que estamos viendo durante estos días, podemos estimar que las consecuencias psicológicas del coronavirus pueden ser la siguientes.

1. El confinamiento de más de 10 días genera estrés

Una de las medidas que estamos tomando para prevenir el coronavirus e incluso para pasar la propia enfermedad (cuando los síntomas son leves) es llevar a cabo una cuarentena.

Este periodo de aislamiento dura 15 días. Bien, algo que pudieron ver los investigadores de este estudio, las doctoras Samanta Brooks, y Rebecca Webster, del  King’s College London, es que, a partir de los 10 días, la salud mental se resiente.

A partir del día 11 surge el estrés, el nerviosismo y la ansiedad. De este modo, si se llevara a cabo una restricción de más de 15 días, los efectos serían mucho más complejos y difíciles de manejar para la mayoría.

2. El miedo a la infección se vuelve irracional

Una de las consecuencias psicológicas más evidentes del coronavirus es el miedo a la infección. Cuando una situación de epidemia o pandemia se alarga, la mente humana tiende a desarrollar miedos irracionales.

No importa que dispongamos de una información fiable. No tiene relevancia que nos adviertan de las medidas de seguridad (lavado de manos, distancia de más de un metro…).

Poco a poco desarrollamos más miedos, hasta que estos son cada vez más infundados. Puede darse el temor irracional a que la infección también pueda provenir de los alimentos que tomamos o que nuestras mascotas sean transmisoras… Son situaciones límite a las que nunca debemos llegar.

3. Aburrimiento y frustración

Es evidente. En un contexto donde se reduce la interacción social, ese donde solo reina el silencio en las calles y se nos obliga al confinamiento en el hogar, es evidente que no tarde en aparecer el demonio del aburrimiento. Podemos combatirlo de muchas formas, lo sabemos.

Sin embargo, cuando pasan los días y crece la incertidumbre, surge ya el pinchazo de la frustración. No poder mantener nuestro estilo de vida ni la libertad de movimientos nos precipita hacia esas emociones más complejas y problemáticas.

4. Sensación de que nos faltan bienes básicos y la conducta del pánico

En un contexto de epidemia o pandemia, la mente actúa a menudo por impulsos. Uno de esos efectos son las compras compulsivas.

Debemos recordar, por ejemplo, la clásica pirámide de necesidades básicas de Abraham Maslow. En la base de la misma, el ser humano necesita abastecerse de alimentos y bienes básicos para sentirse bien.

En un escenario de incertidumbre, nuestro cerebro focaliza su atención en esa prioridad: en que no nos falten esos suministros básicos. No importa por tanto que nuestros supermercados no tengan problemas de abastecimiento.

No importa tampoco que nuestras farmacias no tengan faltas en ningún fármaco. Nuestra mente nos hace creer que nos faltan esos bienes y que debemos conseguirlos.

5. Desconfianza: ¡No nos están dando toda la información!

Otra de las consecuencias psicológicas del coronavirus es la desconfianza hacia las fuentes autorizadas. Instituciones sanitarias, políticos, científicos de relevancia… Llega un punto en medio de estos contextos de crisis e incertidumbre en los que la mente humana desconecta y desconfía.

Esto es algo que pudo verse durante la crisis del SARS en el 2003. ¿La razón? A veces se ofrecían datos contradictorios. Otras veces, no hubo coordinación entre los distintos miembros del gobierno, sanidad  y otras jurisdicciones.

Debemos tener en cuenta que estamos ante un acontecimiento fuera de lo común. Nunca habíamos afrontado algo de estas características.

También hay que considerar, que este pequeño adversario, el COVID-19 es desconocido, como lo fue el SARS en su día. Las autoridades responden en base a acontecimientos y necesidades. La desconfianza popular es en este contexto el peor enemigo. Al poco, aumentan las teorías conspiranoicas y lejos de ayudar, entorpecemos la resolución de todo problema.

6. Las personas con trastornos psicológicos pueden empeorar

Lo señalábamos al inicio. La población más sensible, las personas con depresión, con fobias, con ansiedad generalizada, trastornos obsesivos-compulsivos, pueden sufrir mucho más en este contexto. Es de vital importancia que se sientan apoyadas y que no pasen estos días en soledad.

7. El peor enemigo de todos: el pensamiento negativo

Hay un factor evidente y altamente peligroso dentro de las consecuencias psicológicas del coronavirus. Es ni más ni menos que el pensamiento catastrófico. Ese que anticipa lo peor, ese que nos dice que vamos a perder el trabajo, que ya nada va a ser igual, que acabaremos infectados, que alguien querido fallecerá, que la economía se vendrá abajo.

Evitemos derivar en este tipo de ideas. Lejos de ayudar, complican nuestra realidad y dejan ir lo peor de nosotros mismos.


¿Qué podemos hacer cuando se haya controlado la pandemia y regresemos a nuestras actividades cotidianas pero que no estarán ahí donde las dejamos?

1. No nos preguntemos ¿Por qué ocurrió todo esto si no para qué? — Para crecer, para evolucionar. Nada cambia hasta que deviene insoportable.

2. Miremos hacia adentro de nosotros mismos: Conozcamos nuestro yo interior, sanemos nuestras heridas, cuestionemos nuestras creencias.

3. Desidentifiquémonos con el EGO (identificación con el cuerpo físico) y reconectemos con el SER (nuestra esencia, amor). Somos seres espirituales pasando por una experiencia terrenal. Es vital entenderlo de una vez por todas.

4. Desarrollemos la autoestima y la confianza. Tenemos una infinidad de recursos que no utilizamos y ahora es cuando más los vamos a necesitar. Cultivar la Inteligencia Emocional nos hará encontrar estabilidad en la inestabilidad.

5. Seamos dueños de nuestras mentes y aprendamos de una vez a controlar las emociones. En un mundo de incertidumbres, abrazarlas, así como al cambio permanente nos ayudará a salir de nuestra zona de confort.

6. Definamos y honremos nuestro propósito, tengamos una actitud emprendedora.

7. Desarrollemos nuestra marca personal, invirtamos en nosotros mismos. Tenemos que desaprender para volver a aprender y hacer algo revolucionario (aprender a aprender)


Cuando termine el aislamiento domiciliario o toque de queda, el mundo que nos vamos a encontrar va a ser muy pero muy diferente al que dejamos.

Tenemos 2 opciones: O nos lamentamos y sufrimos de aquí en adelante o nos re-inventamos, innovamos, cambiamos, transformamos, rediseñamos; y crecemos. (¿Cómo te vas a ganar la vida?)

Debemos aprovechar estos días / semanas que nos quedan de encierro para evaluarnos, mirar hacia adentro y empezar el cambio. Mejor temprano que tarde. ¿Para qué soy bueno? ¿Qué puedo ofrecer (y que sea valioso)?, Qué trabajo me hace feliz? ¿Cuál es mi propósito?


*Varias fuentes consultadas para este articulo."





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